domingo, 13 de noviembre de 2011

Series

Qué le hace falta a una serie para poder considerarla como buena, o muy buena? Joder tengo que acabar con esto de empezar los textos siempre con una pregunta que pretende sonar ingeniosa. Sí, y quizá hasta lo sea, pero cuando la lees dos veces te das cuenta de que es una mierda. Lo he intentado todo, o almenos lo he pensado. Podría empezar con un par de versos cazados al vuelo, algo bonito y muy poético, pero tampoco queremos un coma diabético nada más empezar, no? También podría, simplemente, copiar una estrofa de algún libro que suene medianamente interesante y seudointelectual. Ves, eso es algo que siempre me ha intrigado.En muchos libros de autores buenos y famosos (algunos no tanto) te sueltan una frase de algún otro novelista antes de llegar a la mandanga del asunto literario. Y mi pregunta es(joder con las preguntas, ves? Al menos lo intento!): ¿cuánto se tarda en encontrar una frase de un libro que te gusta?
Respuesta: poco. Pero, ¿cuánto se tarda en encontrar LA frase, la que ocupará las primeras líneas de tu maravillosa novela?
Joder eso tiene que llevar mucho tiempo, por que no me imagino a Hemingway poniendo lo primero que pasó por sus manos. Igual, fijate lo que te digo, se tarda más en escoger esas primeras líneas que en escribir el resto de tu novela, y creo que con eso te lo digo todo. Imaginate que algun escritor empieza la novela con la lista de la compra del mes anterior, la cual encontró por pura casualidad justo el día antes de pasar a limpio lo que sería el primero de miles de ejemplares. La gente fliparía, desconcertada gritarían “es un visionario! Un genio!”, y luego algún lumbreras lo psicoanalizaría, y diría que en realidad con eso esta diciendo que la vida se reduce a las pequeñas cosas, al presente, al Carpe Diem y todo eso.
Personalmente mi opinión es que se vayan a la mierda el best seller, el crítico, el autor y la cajera del super al que fue a comprar(bueno la cajera no, que tampoco tiene nada que ver...pero al dueño sí, que ese es tan cabrón como los otros).

Llegados a este punto tú estarás pensando(ojo que vuelve el factor pregunta) “de qué coño me está hablando este tío? El texto no iba de lo que hace buena a una serie?” y quizás, humilde y afortunado lector, tengas razónNno se de qué coño estoy hablando. Lo que sí sé es que una serie sin palabrotas no va a ningún sitio. Un poco de mamella tampoco le hace daño a nadie. Un poco de locura y si cabe un buen guión y una buena interpretación. Llamaremos a este conjunto “caca”. El resto sobra, pero la caca no.

Pero claro, ¿que pasa si hemos llegado a un punto en el que las series salen hasta de debajo de las piedras?(al final del texto adjuntaré una dirección en la que podrás encontrarme si quieres matarme por mis preguntas inútiles, pero es que no puedo dejar de hacerlas! Lo he intentado todo, vudú, vasectomias, tactos rectales, hasta el suicidio, pero nada! Las preguntas siguen aflorando como hojas entre las ramas).
Lo que sí que sé es que la tele es una puta mentira. Que el cine es una puta mentira. Que la lectura es una puta mentira. Nos encantan las mentiras, y cuanto más creíbles, mejor. Y en el caso de que no lo sean, ya nos encargamos nostros de justificarlas. Si te lo paras a pensar casi cada elemento de la vida real lo podrías asociar a algo que has visto o leído. Es más, lo haces sin darte cuenta, y entonces, donde está la verdad y la mentira?
Pues la mentira está en lo que ves, en lo que tocas, en lo que sientes, en lo que te metes y en lo que te meten, en lo que comes, en lo que votas, en lo que piensas. Y la verdad?
La verdad es el telón que subió en el momento en el que veniste al mundo, un telón que un día bajará, pero tu ya no estarás aquí para verlo.

Y hasta entonces, el show debe continuar.

lunes, 17 de octubre de 2011

Madrid

Y si llega usted a confraternizar con un buen actor?
Y si se emborracha con él y descubre lo que se oculta tras esa máscara
de confianza, falta de miedo y sudor escénico?
mézclelo todo y tendrá una noche trascendente, una noche que nunca va a
olvidar.
Mientras tanto, un grupo de ingleses ensaya movimientos típicos de la pesca radical con un grupo de madrileñas autóctonas, y parece que la cosa no va nada
mal para ellos.
Ellas les siguen el rollo y disfrutan mirando sus tatuajes y sus lenguas anglosajonas,mientras sus coños chispean y sus miradas me dicen "¿no ves lo
lejos que hemos llegado? que un inglés puro y duro quiere profanar mi templo?"

Se apartan el pelo, y sus risas acompañan a sus cortas faldas, y así
nace la frialdad entre un hombre romántico y una guarra. Ojo, no me
malinterpreten, no quiero decir que estos ingleses sean hombres románticos,
o almenos no lo parecen, es simplemente que cuándo hablamos de guarrería
se puede envolver a todo el mundo en un mismo saco, excepto a los románticos
guarros... pero eso es otro tema.

Debo reconocer que voy un poco borracho, y que mis palabras(salta a la vista)
son torpes, vulgares y maldisimuladamente soeces.
Pero yo no soy el que pota en una esquina(hoy voy bien), el que despilfarra
su talento y su clase tras una capa de vómito reluciente que salpica sus cortas faldas.
Una vomita, dos le sujetan el pelo y tres mendigan un polvo.
Pero, los pobres ingleses, borrachos también y más salidos que un mono en una feria, no conocen de las argucias más astutas de la guarra común.
Asi que después de mucho frote y mucha palabra bonita, éstas alegan un
repentino sentimiento de compañerismo por su amiga ( la cuál va ya por el desayuno),  y deciden irse para casa todas juntas sin ingleses que valgan.

 Eso sí que es teatro!

martes, 11 de octubre de 2011

Blowing in the wind

Capítulo 5

Verano, 24 de agosto.
Son las doce de la noche. Marc y Cris decidieron hace unos meses hacer un viaje tranquilo,
en un lugar apartado de todo contacto humano, salvo el contacto humano que busca exactamente
lo mismo que tú, a saber, cervezas bien frías por la noche, sentados en una silla plegable y con el 
sonido del mar de fondo.

Se encuentran en Cantábria, en un cámping muy modesto, a 200 metros de la playa, con el 
sonido de las olas golpeando sus oídos suave, acompasadamente.
Las tiendas de campaña quedan a unos cinco minutos andando por un pequeño camino de
tierra rodeado a ambos lados por arena y hierba, mezclados después de que un millón de pasos 
de un millón de personas pasaran por allí para dirigirse a la playa.
Aquí solo encontraremos surfistas y hippis.
Donde ahora se encuentran es una planicie en la que hay construidas pequeñas barbacoas,
una al lado de la otra. Las barbacoas son libres, tú simplemente llegas con tu silla plegable de playa,
y te sientas.
Con su nevera portátil, Marc y Cris sacan sus sillas, se sientan y sacan dos cervezas heladas.
En la barbacoa de al lado tres chicos y una chica, sevillanos, como descubrirían más tarde, 
fuman porros y bebían cerveza. No tienen nada más, a excepción de una pequeña lámpara de 
gas que los ilumina tenuemente.

A los cinco minutos de estar allí ya han entablado conversación, pues Cris es muy sociable y
habla con todo el mundo.
A los diez minutos todos comparten marihuana y cerveza, y a los veinte Marc saca la guitarra.

Los sevillanos piden a gritos una canción, y Marc y Cris la preparan.
Sacado de su repertorio, Marc empieza a tocar suavemente los acordes de Blowing in the Wind, 
de Bob dylan.
Empieza flojito para que Cris pille el ritmo y pueda  unirse a la canción.

Ella va vestida con unos pantalones bombachos negros, una camisa ancha de color rojo pálido,
collares y pulseras por todas partes, el pelo rubio suelto cae sobre su pecho derecho.

Al fin Cris se anima y empieza a cantar, con una voz aguda, suave y dulce como la miel, 
le da su toque propio.
Marc no mira la guitarra, han tocado juntos esta canción miles de veces.
Sus ojos están fijos en Cris, en su pelo, en su piel, en su boca que se mueve al son de las
palabras que por ella salen.

Los sevillanos están embobados, miran fijamente la escena, pasando de él a ella y de ella a él,
no tienen palabras para lo que están viendo.

Al día siguiente, los sevillanos jurarán durante toda su vida y a todos sus nietos que vieron a
Janis Joplin reencarnada en una muchachita catalana.
Pero yo estaré allí para decirles que no, que ella es mucho mejor que Janis, o que cualquier otro. 
Ella es la diosa del rock y del country. Es la diosa del sonido y la belleza, y que cuando ella
canta el mundo entero se estremece, un escalofrío recorre la espalda del universo entero.

Y después de todo, Marc está enamorado.


 
 
 
 

martes, 27 de septiembre de 2011

Capítulo 2


Marc despierta con un terrible dolor de cabeza.
Son las doce y media de la mañana. Su espalda amenaza con romperse después de una noche de viernes
llena de excesos.
Se toma su tiempo, no obstante, rezongando entre la fina sábana de verano, ahora hecha un muñeco 
de trapo a los pies de la cama.

Finalmente decide levantarse, calza sus alpargatas con dificultad, sube la persiana de su habitación 
y se dirige hacia la cocina.
El alcohol provoca un estreñimiento curioso, dejando la sensación en el cuerpo de que un gran bloque
de algo parecido al cemento obstruye la única vía de escape entre sus excrementos y el exterior.
Eso unido a la pérdida de agua provocan una gran sensación de sed animal y ansiosa que solo el 
líquido elemento puede mitigar,  motivo por el cual y media atraviesa la puerta de la cocina y bebe y bebe 
como si no hubiera un mañana. 
Acto seguido se dirige corriendo al baño, ya que el famoso tapón desapareció hace una media hora,
y su cuerpo clama por purgarse.

Una vez hecho todo esto, se siente limpio y sano para afrontar este cálido mediodía de sábado.
Ayer mismo acababa su mes de trabajo veraniego, y después de una temporada de obligaciones,
lo único que realmente le apetecía era quedarse en casa, disfrutando de la sensación de tumbarse
en el sofá, poner alguna película y ver como su cuerpo era absorbido por la sensación de pereza 
hasta estar hastiado de ella. 
Llegado ese momento, simplemente cambiaría de canal.

Dos horas más tarde decide levantarse y volver a la cocina a prepararse unos bocadillos. 
Esa misma tarde volvían sus padres de la casa solariega, llegados un día antes de lo previsto
por gestiones familiares. Su hermana acababa de ganar un piso de protección oficial, 
y eso hacía que tuvieran que despedirse del casero, además de darle alguna que otra explicación.
Os imagináis al clásico casero gilipollas, el típico que sabe que su vida no vale absolutamente nada 
y necesita fingir ser alguien y someter su devastador poder inquisitivo sobre aquellas personas a las
cuales ofrece un lugar donde vivir a cambio de dinero?Lo teneis en mente? 
A esa persona que es capaz de jugar a ser un dios por una cantidad de dinero al mes? 
Pues ahora ponedle la cara y el cuerpo de Peter Griffin y lo tendreis todo hecho. 
Almenos es un tipo que te hace reír.

Mientras despliega su magia culinaria, suena el teléfono. Es Cris.
“Hola! Te he despertado?”

“Jelou! Me has pillado cocinando.”

“Ah, que tú cocinas?” ríe.

“Claro! Qué te habías creído?Tu hombre es un partidazo”

Una risa suave roza el micro del teléfono y le llega a Marc como un suspiro fresco y agradable.

“Qué haces esta tarde?”

“Pues tenía intención de desgastar mis testículos sobre el sofá, que te parece?”

“A veces se me olvida lo romántico que eres”

“Cenamos esta noche?” Propone Marc.


A él no le parece bien abandonarla en este día tan bonito, y para qué engañarse, 
el pobre diablo está deseando verla.

“Vale!” Sonríe Cris a través de la línea. “Diez y media?”

“Perfect! Te paso a buscar y nos vamos”.

“Un beso amore”.


Marc cuelga y marca el número de un restaurante italiano de Barcelona que le encanta.

Sigue con sus bocatas y vuelven a llamar.

-“Elo!”

-“Hola J”

“Te apuntas a un Odín festival esta noche?

“No puedo! Tengo cena con Cris”

“Anda! No seas memo, te pasamos a buscar  a ti y a Cris y nos vamos directamente”

El silencio se prolonga durante algunos segundos.

“vale”

“Sabes que no te arrepentirás”

“Hasta luego capullo”

Cuelga.

Coge un trapo de la cocina, pone los bocatas en un plato, se sienta en el sofá y pone otra peli.

La noche se abre a un mundo de posibilidades, piensa.
Pero ahora en la pantalla aparece Vincent Price en una película del 75.
Suspira y sonríe de placer, pues la tarde aún está por llegar.



miércoles, 21 de septiembre de 2011

desnudos en el west

Miro embobado las tetas de la stripper, meciéndose al son de una música celestial.
Bueno, en realidad la música es la típica salchichera que te ponen en las discotecas de pachanga cutre. No tiene nada que ver con  el baile. Música guiri a todo trapo.
La pobre intenta adaptarse a la canción, y ese aluvión de posturas sensuales hace que tanto su culo como sus pechos se zarandeen en todas direcciones, para desconcierto de los allí presentes. Mis ojos van del pecho al culo, del culo al pubis, del pubis a sus ojos, que no miran a nadie, los ojos fijos en algún punto detrás de los perros salidos que tiene delante (nosotros).

"¿Estás preparado para un baile erótico?"

Una mujer delgada, la piel morena y tersa, me quita el sombrero mientras formula su pregunta, con un fuerte acento italiano.

Unos ojos verdes me devuelven una mirada divertida y traviesa.

"¿Entiendes el castellano?" Pregunto resignado.

"Claro!" se ríe.

"No puedo bailar contigo"

Finge sorpresa, "¿Por qué?"

"Mi moral no me lo permite, lo siento"

Una risita ahogada sube desde sus labios carnosos, pasando por los mofletes y dejando huella en esos preciosos manantiales verdes.

"¿Cuánto es?" Pregunta Morris.
Él y J están borrachos como cubas.
Yo también, claro.

"30 euros"

J: ¿Cuánto llevas?

Morris: yo veinte, ¿y tú?

J: Diez. Aquí tienes.

"Te prometo que sólo me quedaré con el sombrero" me guiña un ojo, y mi tiempo comienza.

domingo, 11 de septiembre de 2011

Sharleena

"Muy bien, ya le llamaremos"

Son las doce y media del mediodía, lunes.
Ésta es la novena aspirante a Sharleena, y como todas las anteriores no da el perfil.
Bueno, o eso es lo que les diríamos a ellas si realmente insistieran en querer intervenir en la obra. Sería más sincero decir que no daban el perfil ni como Sharleena ni como nada. Sencillamente todas eran espantosas. Sus ansias por querer ser actriz y disfrutar de los placeres que las peĺículas de Hollywood daban a entender hacían que fueran a los castings enseñando un poco más de la cuenta, con una sonrisa facilona y estúpida en sus perfiladas caras, dando a entender que estarían dispuestas a TODO por conseguir el papel.

La diferencia es que su concepto de "TODO" y el mío son bastante diferentes. No se puede salir al escenario y pretender comerse el mundo con esa inexpresividad artística, esos ojos nerviosos que miran cada dos frases queriendo preguntar: "Lo estoy haciendo bien?"
No bonita, la estás cagando.

Salgo a la calle con las sienes a punto de estallar, enciendo un cigarro y un suspiro sale corriendo entre el humo. Faltan tres semanas para que se estrene la obra y nos falta Sharleena, la protagonista.

Es absurdo! ¿A que memo se le ocurrió promocionar la obra sin contar siquiera con los actores?
Es de inútiles...

Tuvimos suerte al principio. La primera semana, a falta de cinco meses para el estreno, teníamos cubierto todo el reparto. Excepto a Sharleena.
Como codirector de la obra me corresponde a mí el trabajo de buscar a los actores.

En realidad la obra es una representación del amor que sentía una grouppie por su cantante de rock favorito, todo ambientado en la época de los setenta, con pantalones ajustados acabados en campana, el pelo cardado y todo ese rollo.
Es una obra benéfica, cuyos beneficios irán destinados a las víctimas de una intoxicación de salmonela(culpa de una empresa de catering sin escrúpulos) en el barrio del Carmel.

La obra es una mierda, pero Sharleena no puede serlo.

viernes, 26 de agosto de 2011

Noche de pesca

Llegábamos a la playa a las doce y media de la noche. La luna se
alzaba roja, cubierta de la sangre del sol ya escondido, y su reflejo
abría un paso en el mar, como un puente de luz que pudieras cruzar,
muy frágil, tembloroso.

Clavábamos nuestras cañas de pescar en la arena y las apoyábamos en
una tumbona. La playa está llena de esas hamacas azules sin atar. Podías
coger una con total libertad y disfrutar de su tacto húmedo y frío después
de un largo día de espaldas sudorosas y tetas aplastadas contra el nailon.

A lo lejos, un concierto en directo hacía tronar el aire. Aleja a los peces, pero
su ritmo es tremendo. Dan ganas de coger el coche e ir hacia allí guiándote
por el sonido de la banda.

'Si pudiera viviría aquí, rodeado de un vicio inconmensurable que me consumiría hasta dejarme en los huesos, y luego en invierno recogido en un pequeño
refugio frío con una manta y mucho arroz, para recuperarme' decía Fredo
bajo el manto de las estrellas.

'No pican'. La voz solemne y grave de Mort se proclamaba como justa e
implacable, pero como lo decía tan a menudo al final se lo tomaban a cachondeo.
Realmente era un pesado. En su boca jugueteaba con una bolsita pequeña de
plástico llena de pastillas. Allí es habitual ver a todos los traficantes mascando
esa mierda, porque si la policía venía y les cogía en braguillas podían
tragarse la bolsita con todo el invento dentro, esperar un par de horas y
cagarlo todo con ilusión y entusiasmo.

'Hasta cuándo durará esto?'.Protestaba Claudio. 'Hasta cuándo vamos a
vivir de las sobras de un grupo de personas malolientes que buscan
nuestra compañia únicamente por el vicio y las drogas? Cuánto más
podremos seguir apestando todas las noches a tabaco, porros y sudor de
colocón?'

'Bueno' sonreía Fredo 'almenos nos tenemos los unos a los otros'.

'Eso dicen' y Mort ponía así fin a la conversación, sirviendo a todos
un silencio grave y pesado, como su voz, que se prolongaba hasta el final
del viaje y vaciaba las bolsas de los peces.



Y la semana que viene a Madrid!!disculpad estos silencios vacacionales...

domingo, 17 de julio de 2011

Libros de ética y moral para enfermos sicóticos.

Imaginaos a Bukowski sin alcohol, o a Hendrix sin crack, o a Morrison
sin las pupilas dilatadas. ¿No sería un mundo de locos?
¿Qué hace al loco realmente loco, o al sano realmente sano?



Un hombre sale de su casa con una Beretta 9mm sujeta con el cinturón por
la parte de la espalda.
Va a la cafetería de siempre y pide lo de siempre: dos tostadas con mantequilla
y azúcar, un café solo con mucho azúcar y un vaso de zumo de piña.

Media hora más tarde sale de allí, coge el autobús y llega al trabajo.
Llega diez minutos tarde.
Recorre los pasillos de la oficina mientras las mujeres apartan la mirada
cuando pasa, mientras la Beretta 9mm le presiona fuertemente la rabadilla,
casi sin dejarle pensar.
El único que repara en él es su jefe.
-Es usted subnormal, o solo se lo hace?

Silencio. "Empezamos bien".

-Es la cuarta vez que llega tarde; debería haber una ley que permitiera colgar de los huevos a inadaptados como usted.

Silencio. "La cuarta vez en diez años? Bravo, su memoria me commueve".

-¿No dice nada? Joder, con la cantidad de gente capaz en este mundo de hacer
este trabajo (lo cual no es muy difícil) y me toca aguantar a un cagón como usted. Ostias! hasta un mono ciego lo haría mejor!

Silencio. "Ahora la toma con el mono..."

-Siéntese y empieze su trabajo.

Ocho irrelevantes horas después, recorre el mismo pasillo, como única despedida
una sonrisa al de mantenimiento (siempre le había caído bien), y la Beretta 9mm
sigue en su sitio.

Coge el mismo autobús en dirección contraria y entra en el bar que hace esquina con la calle en la que vive.
Pide la clara de siempre, y a ésta le siguen cuatro más, como siempre.

Vuelve andando a casa mientras el sol se pone; abre la puerta, y allí está su
mujer, follándose al vecino de enfrente, la tele encendida, retransmitiendo
el cotilleo a todo volúmen para amortiguar el sonido de los gemidos.

-Vaya!ya estás aquí? Te presento a Carlos.

"un placer!"

Entra al baño. Saca su Beretta 9mm, respira hondo.
"allà vamos"

Coloca el cañon dentro de su boca y aprieta el gatillo.

Irónico? No más que Bukowski sobrio, o Hendrix limpio, o Morrison
sin las pupilas dilatadas.

domingo, 10 de julio de 2011

Tragicomedia

Un sábado cualquiera del mes de Junio del 2034.
Es curioso, tantos canales de televisión para elegir y ninguno que valga la pena.
Salgo al balcón y enciendo un cigarrillo liado con esmero.
Ante mí se alza la imponente Barcelona, calles y más calles en constante ebullición
de vida y entusiasmo, que se abren a una nueva noche de romances y tragedias.

Desde donde estoy, alcanzo a ver un edificio antiguo, con todas las ventanas absorbidas por la oscuridad, excepto una. En su interior, una chica joven lee
tranquilamente un libro, ajena a la atención que le presto.
A mis pies una plaza recoge a aquellos jóvenes que, terminados los exámenes finales de alguna universidad o instituto, deciden olvidar todo lo que han
aprendido a base de pequeños sorbos de la mezcla de alcohol y júbilo que llena
sus vasos.

En realidad nada de esto importa en absoluto, ni tiene ninguna importancia
en particular.
Mi cabeza está demasiado ocupada pensando en sus besos y en sus caricias, en
esa dolorosa despedida en una estación de tren, mirando desde el andén como
el amor de mi vida escapa de mis brazos, para marcharse a algún lugar sin nombre.
Mi último recuerdo es el tren avanzando, cobrando velocidad poco a poco, y su
cara anegada en lágrimas, ofreciéndome una despedida con la forma de la más
bella de las miradas.
En ese instante tuve la sensación de que el tiempo se detenía, y aún tengo esa
sensación ahora, en mi balcón y con mi cigarrillo. Tengo la sensación de que
mi reloj ha dejado de funcionar, de que todo a mi alrededor marca la hora en la
que aquel tren abandonó la estación, y con él se llevó parte de mi cuerpo, de
mis sueños y alegrías.

Me distrae el sonido estridente provocado por la sirena de un coche patrulla
corriendo a toda velocidad por la gran avenida; los jóvenes de la plaza tiran sus
bebidas al aire con un evidente mal disimulo, y cuando descubren que la cosa no va con ellos se afanan en buscar los pedazos de paraíso de los que tan
rápidamente se deshicieron segundos antes.
La chica deja su libro y se asoma a la ventana y mira lo que sucede, pero cuando ve que no hay nada interesante que observar respira hondo varias veces, para
empaparse del falso aire salubre que inunda toda la ciudad, y vuelve a enfrascarse en su interesante lectura.

Pero todo esto carece de importancia, por que hoy todo es diferente.
Los colores de los coches, de los semáforos, de la ropa de la gente que
pasea son distintos.
Su brillo ha cambiado, así como el olor de las calles y las flores de las terrazas.
Sería imposible decir en qué momento exacto pasó a tener ese nuevo aspecto,
o quizás sea yo el que esta vez no ha cambiado con el mundo.
Quizás el mundo sigue girando, creciendo y muriendo, y sea yo el que se encuentra parado en medio de toda esta vorágine de sensaciones cruzadas.

Pero supongo que no importa. Sigo vivo, sigo aquí.
Mi corazón late, la sangre corre por mis venas y, de algún modo, anuncia la
llegada de ese ancla que frena la embarcación en medio de esta tempestad.

"mañana estaré muy lejos de aquí", pienso
"no quedará nada de todo aquello por lo que llevo tanto tiempo luchando, ya no"

Mi destino es Alemania, nuevo mundo y nuevas sensaciones.
Calculo que si voy en el nuevo tren eléctrico podré plantarme allí en poco más
de una hora.
Pero, qué más da, qué prisa tengo por llegar?

Creo que cogeré el viejo interRail y disfrutaré del viaje.
A fin de cuentas, toda tragicomedia necesita un buen paisaje para poder
seguir existiendo.

domingo, 26 de junio de 2011

Musas


Ante nosotros, el templo de las musas desnudas
abiertas al movimiento liberal,
pero su mirada desconfía
y no besa a las palabras que la acompañan.

Calo mi sombrero 
y cierro los ojos,
entramos en el templo de las musas desnudas
y nos dejamos llevar por esas palabras,
besando esos ojos y mirando los labios
que no besan con las palabras que las acompañan.

El silencio se torna música de órganos y guitarras,
y la voz de Morrison pone las pautas a los seductores movimientos 
de las musas desnudas abiertas al movimiento liberal,
esa danza que las une como si fueran un gran orgasmo
de placer y atrevimiento.

Pero sin miradas que acompañen, poco tenemos que hacer,
salvo fluctuar con la batería de Crystal Ship
y seguir con nuestro camino.

Buscaremos nuestras musas en otra parte.

sábado, 25 de junio de 2011

-¿Qué te pasa?
-He olvidado como se escribe.
-¿Qué dices?
-Nada.
-¿Por qué dices eso?
-Déjalo, no tiene importancia.

martes, 10 de mayo de 2011

Pynk Floid

Crear la combinación perfecta de todos los factores que influyen en la creación
del segundo en que se cumple la promesa del presente.
Hacer que las palabras dancen al son de las imágenes que se suceden en esta gran moviola eterna.
Dadme un minuto, y cambiaré el mundo.”
Dejad que mi cuerpo se funda
con los sonidos de las palabras que aún no han sido pronunciadas,
Los besos apasionados en el momento en el que su presencia es inminente en forma de mirada profunda y sentida,
Con los dedos de una mano, cuya distancia de una espalda desnuda sea tan efimera y a la vez un abismo de situaciones impredecibles.
Dejadme ser el catalizador de toda esta vorágine perfecta, este milagro de la probabilidad. Y haré que nunca olvidéis este momento.

jueves, 28 de abril de 2011

Un último suspiro

Un último suspiro
llegado el éxtasis de la fusión humana.
Un calcetín enredado en unas sábanas,
perdido en las marismas de la pasión 
incontrolable de dos fuerzas aparentemente opuestas
que luchan frente a frente
derrumbando los pilares de las costumbres
y las rutinas.

Café,
canción,
Barcelona,
película,
deseo,
alcohol,
vida,
amor
y respeto,
sinónimos todos 
de una noche inolvidable.

La poesía se derrite y se funde 
con la cera de una vela 
que poco a poco se consume,
sobre una mesa rodeada de platos y copas
a medio terminar,
primera parada para los amantes
de las caricias y los besos.

martes, 26 de abril de 2011

Las rosas de Rupert





Las rosas silvestres que Rupert cuidaba en su balcón estaban de malhumor.
Eran las ocho de la mañana y allí nadie servía el desayuno.

Rupert sentía adoración por sus rosas, y se desvivía sirviendo a sus pequeñas diosas
de caritas sonrojadas.

Por la mañana les llevaba el desayuno: Tostadas con mermelada y
un vaso de zumo de naranja recién exprimido.
Más tarde, les limaba las espinas, les aplicaba una loción bronceadora y les
ponía la radio con su emisora preferida de jazz brasileño.
Cuando caía el sol, sacaba su guitarra y les entonaba una nana escrita por él mismo.

Pero esa mañana Rupert se retrasaba.
Las rosas se removieron inquietas,
-bueno que pasa?
-este viene o no viene?

María, la mayor de todas y la más bonita con diferencia, recordó sus tiempos
en los que decidió plantarse en el jardín de un colegio privado en el corazón de la ciudad.
El calor allí era insoportable, y nunca faltaba el típico niño tocapelotas que se
dedicaba a torturarla sin compasión arrancándole los pétalos con cruel diversión
o cortándole las espinas para ver como sufría y se lamentaba.

Con estos recuerdos en mente, y mimadas como solo un gran amante de las flores
como Rupert podía permitirles, María hizo sus maletas, y con un “a la mierda!”,
abandonó la casa, seguida de sus queridas camaradas, a la búsqueda de un nuevo
hogar donde fueran tratadas como se merecían.

¿Y Rupert? Oh sí, a Rupert le dolió aquel cruel abandono por parte de sus
queridas rosas.
Nunca pensó que su amada María pudiera traicionarle de una manera tan vil y cruel.

Empezó a beber un vaso de whisky todas las noches, de hay pasó a media
botella al día, y dos meses más tarde despertó en el hospital debido a un
coma etílico del que sobrevivió de puro milagro.

En ese momento, abrió los ojos y vio a su madre a la derecha,
sentada con la cara surcada de arrugas de preocupación por el estado de su pobre hijito.

-Te he traído esto Rupert- el alivio por volver a ver a su hijo
vivito y coleando se le escapaba con cada palabra.
Rupert miró en la dirección en la que señalaba su madre y vio un enorme
ramo de preciosas azucenas.

Desde ese momento, Rupert sabía que estaba enamorado.



jueves, 14 de abril de 2011

Extraños I


El estruendo de una bomba hace retumbar las paredes de la casa.
Un fino polvo blanco cae del techo y de las paredes, los antiguos pilares de madera alzan
al viento su quejido lastimero. Parece que nuestro hogar resiste sus últimas embestidas.
Ya no queda nada de valor en la habitación. Lo que no está roto fue vendido hace tiempo
para comer, o quemado para dar un último destello de esperanza en las noches más frías. 
Cinco meses, seis días, y cada segundo nos apuñala vilmente con el recuerdo de las
balas, la metralla y la falta de compasión humana.

domingo, 10 de abril de 2011

Océano


La idea de un mundo lleno de influencias que se cruzan produce
a veces la sensación de que mi cabeza está llena de ideas 
que son ajenas a mi pensamiento, y en parte eso me preocupa.
Pero cuando sigues pensando descrubes que esa sensación te acompaña 
durante toda tu vida, y te sorprendes al ver que tu identidad 
está cimentada  sobre ideas y suposiciones hechas para buscarte 
un mundo mejor y más fàcil.

Cuando eres pequeño te enseñan a saber discernir entre las opiniones,
y tu opinión.
El problema viene cuando las ideas de lo que es para tí un 
mundo mejor y más fácil no solo disciernen, sino que además
chocan violentamente sin posibilidad de salvación mútua.

Luego paseas, y entre mareas de dudas una luz sonriente se alza
del fondo del océano de tus preocupaciones y señala en una dirección.

No ves nada alrededor a excepción del profundo azul,
mezclado con el cielo en el carboncillo del horizonte.

En tu desesperación decides seguir esa dirección como un
barco ciego buscando un faro hace tiempo apagado.
Y mientras navegas en un rumbo sin rumbo, te encuentras
en que todo lo que te rodea sigue siendo del mismo azul que antes.

Lo único que ha cambiado es la marea, y de una forma tan 
repentina que no podrías decir de donde provenía hace cinco 
minutos.

Y bajo el sol, emperador de un mundo que a la vista de un 
desconocido sería monótono y sin cambios, saco una cerveza,
golpeo suavemente mi paquete de cigarrillos, y como la luz
de esa cerilla que impulsa la nicotina fundiéndola con mi
respiración, sonrío al ser consciente de que todo ese 
océano del que os he hablado, es mío.

domingo, 27 de marzo de 2011

Fiebre

Después de llevar una semana caminando por los senderos de la fiebre,
 los delirios sin sentido, las tardes y noches de vicio convertidas de repente en esputos negros y 
sanguinolentos, empiezo a pensar en lo maravillosamente cambiante que es la realidad
en la que me muevo cada día.

No sé si es el cambio de hora, pero hoy todo brilla con un color diferente,
el color de la seguridad en lo que haces, o estás haciendo.

Paseo por mi subconsciente y me encuentro a mí mismo de niño, abrazado a la pata 
de una mesa. Son las tres de la mañana, pero me siento incapaz de dormir,
y amanezco abrazado a la pata de la mesa del comedor de mi casa.

Mientras sigo con mi paseo del subconsciente veo el día que
empecé a fumar,  cogiendo un cigarrillo con manos inexpertas, inhalando torpemente 
su humo, y tosiendo como un gilipollas. Hoy mis uñas tienen marcas blancas,
y ya no toso cuando inhalo el humo de un cigarrillo, pero muchas veces me encantaría
volver a hacerlo.

Mis pies siguen recorriendo mi cabeza, y me encuentro ante la primera chica a la que besé.
Aquellos nervios me ponían los pelos de punta, los segundos previos a ese íntimo contacto
casi prohibido a esa edad, un instante fugaz, y el paraíso posterior, que impregna cada 
árbol, casa y acera con un brillo parecido al que sentí cuando salí de la fiebre.

Botellas de alcohol vacías, aceras inpregnadas con el vómito de una noche demasiado
rápida, mi cara roja ante aquella chica cuando me quedé sin palabras, el miedo de un atraco,
y la posterior sensación de unas piernas que se deshacen como la mantequilla.


Después de una semana de fiebre, delirio y residuos del vicio, puedo decir que 
tampoco me ha ido tan mal.

miércoles, 23 de marzo de 2011

Conciencia


Fue en aquel momento cuando se dio cuenta de lo miserable que era todo.
Salió de casa, y llovía. Eran gotas suaves pero caían sin cesar, como el recuerdo 
de un fantasma perdido en su memoria, que golpea las páginas de su alma hasta 
destruirlas por completo.
Las luces de las farolas iluminaban unas calles que apestaban a tristeza. 
El olor de su tristeza, que impregna cada lugar que él visita, que toca o que ve.
Pero como la casa que se mantiene firme en el ojo del huracan, 
observa y observa y piensa, desgranando su problema capa por capa,
 para ver como una nueva pregunta se plantea tras cada nueva conclusión. 
Y descubre que son esos problemas los que le arropan en las noches frías de invierno;
 es ese dolor el que le mantiene vivo.
Es esa tristeza la que le hace ver las cosas en todo su esplendor, 
como un espectador ciego que recupera la vista justo para ver como se pone el sol tragado 
por un mar en calma.

martes, 15 de marzo de 2011

El último aliento de Dorian

Dorian respira profundamente, con todas sus fuerzas, intentando llenar sus pulmones con
la máxima cantidad posible de humo, intenta vaciar su brillante pipa de crack de una sola
bocanada.

Lo último en lo que piensa es en el ataque al corazón provocado por la sobredosis de veneno
que está entrando en su cuerpo, y que en poco más de diez minutos acabará con su existencia.

Él sólo tiene los ojos para clavarlos en la pared, el cerebro demasiado saturado por la sensación
de éxtasis que le invade.
Ninguno de sus sentidos funciona en ese momento.
Sólo le queda una parte consciente de su mente; una parte que piensa en las personas que lloran
en sus casas, y cuyas lágrimas llevan escritas su nombre.
Piensa y piensa.
En la belleza que un día perdió, encarcelada junto a su inocencia dentro de la brillante pipa
de cristal.
Y después de esa última bocanada infinita de juventud y grandeza, su mente se desliza hacia
un último pensamiento, mientras su boca se llena de espuma y la sangre escapa de su nariz
y sus ojos.
"Ahora puedo descansar tranquilo, milenios después de falsa soledad y pesada tortura"

domingo, 13 de marzo de 2011

un paseo por ninguna parte


Mientras paseo por las aceras de una ciudad cualquiera, me cruzo con desconocidos
que me observan, como si me conocieran. Algunos sospechan de mis alegres intenciones,
aunque la mayoría sonríen.
Ancianos, niños, mujeres, obreros, empresarios, payasos, roqueros, arlequines, todos 
observan los pasos alegres que me conducen a ninguna parte.

Observo el vaivén de mi sombra, una danza alegre a mi alrededor cuya comparsa
es tocada por la luz de las farolas que viene y se va, contrayéndose y expandiéndose
a cada uno de mis alegres pasos. Todas deciden darme la bienvenida a su confortable
calor, y cada vez que avanzo, mandan a mi sombra para transmitirme sus despedidas.
Pienso que este sería un lugar perfecto para pasar el resto de mi vida, rompiendo cada
amistad y amor con la gente que me mira y me observa, con las miradas cruzadas que 
sospechan o sonríen.
Creo que hoy dormiré en la calle.

martes, 8 de marzo de 2011

sueño


Un conjunto de células fusionándose sin orden ni concierto.
Núcleos que copulan y crean una argamasa compacta y 
nauseabunda de ideas mal aprovechadas.
Señales eléctricas que se pierden en el espacio-tiempo
 de los números, las líneas y las fresas.

Tengo el cerebro tan licuado que las palabras 
se juntan a placer...
  




El otro día tuve un sueño.
Soñé que iba caminando por un verde prado, 
pero que mis pies pesaban demasiado.
Cada paso se convertía en un suplicio para mi 
cansado cuerpo, y llegaba un punto en el que el
agotamiento me impedía seguir hacia delante.
Me siento, noto la hierba bajo mis manos, pero es mentira.
 No siento nada.
Ni el tacto de la hierba.
Ni el viento besando mi cara.
Solo una profunda tristeza que me embarga y me consume.

Allá a lo lejos, la visión de un globo aerostático levanta 
mi ánimo.
Decido arrastrarme hasta él.
Después de una eternidad (todos sabemos que los sueños
 pueden llegar a ser más largos que un día sin pan)
llego a los pies de la gran cesta que sostiene el invento.
Consigo subirme encima, y a pesar de mi total inexperiencia
 como capitán de globos, encuentro
la forma de ponerlo en marcha.
Mi congoja y yo empezamos a ascender lentamente.
En un alarde de comprensión relaciono los conceptos 
peso-altura, y observo sin interés
como el perímetro de la cesta está rodeado 
de sacos enormes y (por lo que se puede deducir a 
simple vista) muy pesados.
Usando las pocas fuerzas que en ese momento 
regentan mi cuerpo consigo, no sin esfuerzo, 
tirar la primera de las sacas por la borda.
Inmediatamente, el globo y yo ganamos altura, 
pero no todo queda ahí.
Con ese saco se han ido parte de mis problemas, 
mi alma se siente menos sucia, 
y mi cuerpo, aunque sucio como siempre, se siente más liberado.

Decido retirar uno a uno todos los sacos, 
y por cada uno que cae, alguien dentro de mi se levanta
y me vitorea.

Al final del sueño, son muchas las voces coreando 
mi nombre, hay mucha altura entre
el suelo y yo. Y mi cabeza está más despejada que nunca.

Más tarde desperté, y ese fue el primer día del 
resto de mi vida.
La comprensión inundó mi mente, y ella y la felicidad 
se dieron la mano como viejas amigas.

martes, 1 de marzo de 2011

Sólo un día más

Dale cuerda al despertador un día más,
solo un día más,
que mañana viene la luna a buscarte.
Te llevará a cenar,
luego querrá pasear bajo la luz
de las farolas que iluminan
esta noche de encanto y oscuridad.
hoy la luna no está para nadie,
sólo para tí.

Se desnudará y posará ante tus ojos,
te dará la mejor de las visiones.
Empezará mostrando sus cuartos crecientes,
irá ganando forma y emoción,
mientras tú te irás quitando la ropa.
Sentirás el calor de su fuerza 
y su pasión, 
mientras que tú,
en éxtasis 
contemplarás la mejor de las luna llenas.

Luego observarás como desaparece
el mayor de tus amores platónicos,
como se pierde, entre las calles
de la ciudad,
apagándose poco a poco.
Jamás la sentirás brillar así,
brillar solo para tí.

En un último atisbo
de su descuidada figura
comprendres que 
sus defectos no son heridas cósmicas,
si no meteoritos nacidos 
del amor y la pasión que
sintió antes por otros como tú.

Dale cuerda al despertador un día más,
solo un día más.

martes, 22 de febrero de 2011

día nefasto

cuervos, hienas y buitres
comiéndose entre ellos dentro de una caja de plástico
y cristal
mientras tu mente cae en un sueño hipnótico
inducido por la mierda del ambiente.
Al mismo tiempo un
árbol muere solo,
abandonado a su suerte,
en medio de un mundo de gente
con antenas parabólicas en vez de oidos,
y cuchillos en lugar de frenos...

que le jodan a todo lo bonito y bueno.
solo cuando caminaste por el barro te diste cuenta
de que ya estabas sucio antes de tocar el suelo.
quitarle la máscara a las hadas, 
y a los conejos con sus chisteras,
los príncipes azules también se masturban.
 

sábado, 19 de febrero de 2011

Lidiando con las putas y otras historias


Volviendo de una clase empiezas a pensar.

Ves como el silencio se transforma en una explosión de palabras que 
chocan unas con otras formando frases sin ningún sentido aparente.

Esas frases a su vez seducen a otras palabras, prometiéndoles placer
y significado.

Finalmente, los párrafos se reproducen con los demás semejantes y
conciben un ecosistema de ideas totalmente autosuficiente.

Puede que esto se pueda considerar una buena mamada mental pero,
de todas formas, a quién le importa? 
A mí no.

 
 
Salgo del laboratorio una hora antes. La clase de hoy ha sido sencilla y poco
más que insustancial. Pero bueno, conoces a gente, esa gente que se suele encontrar
en el mismo sitio que tú, a la misma hora y en un lugar suficientemente cercano
y bajo las circunstancias en las que dos pares de ojos se encuentran y conversan
antes que las bocas y las lenguas que les siguen, esas bocas y esas lenguas que 
dicen “muévete”, y los pies, esclavos de nuestras palabras, obedecen sin rechistar.

Bajo la calle en busca de mi coche, que me espera un jueves por la noche (o juernes,
día inventado por las multinacionales más crueles para despistar a jóvenes que buscan
vicio y virtud en los vasos medio vacíos , apoyados sobre las barras de las discotecas
prohibidas en un día prohibido). Mientras camino y enciendo un cigarrillo pienso,
acompasando mis pensamientos a la visión del viento enredándose en el humo gris
que expiro, creando unas bellas espirales en el aire, una vorágine de éxtasis,
un baile privado en el cual los entes sustanciales(como yo, por ejemplo) no tienen cabida.


Distraído pensando en esto, apenas soy consciente de las prostitutas que se han 
agolpado a mi alrededor. Bueno, mejor si nos situamos un poco.
Me encuentro en una de las calles sin salida  que separa la Diagonal con el campo
de un equipo muy conocido, no caigo ahora en su nombre, creo que visten de azul y
rojo.
Cuando cae el sol, esa zona de Barcelona se encarga de recoger a un grupo selecto 
de degenerados , necesitados y divertidos especimenes que buscan el calor de un abrazo
entre las piernas de un/a desconocida/o ( a cada cual con sus gustos).

En ese momento, ajeno a todo esto debido a una gran empanada mental, sigo mi rumbo
sin ser consciente de que mi coche precisamente ha sido aparcado en una de esas preciosas
calles sin salida.

Aún es temprano, y mi visión de la situación en este momento es la siguiente:
Coches aparcados en fila, presionados por la oscuridad de la noche, mientras a mi izquierda
las prostitutas locales muestran su mercancía al mundo y a todo aquel que quiera
prestarles un mínimo de atención y un màximo de su cartera.
A mi derecha se alza majestuosa la luna llena, dándole un tono fantasmal a toda la escena
(en esa calle la luz de las farolas es tan absurda como inexistente).

Entro en el coche, saco una libreta, y empiezo a escribir lo que días más tardes escribo en
estas líneas. 
Mientras tanto, un coche surge de un pequeño párking de tierra situado enfrente mío, y 
detrás de él le sigue una mujer vestida con una chaqueta y desnuda de cintura para abajo.
Es en ese preciso instante cuando alzo la mirada y mis ojos se encuentran con que en 
cada vehículo que me rodea un hombre espera nervioso que se le acerque una reina de 
la noche y le invite a su castillo.
Y es en ese preciso instante, también, cuando descubro que para todo aquel que circule
por la calle a esa hora ( prostitutas y puteros incluidos), yo no soy más que otro putero 
más a la espera de su reina.

Y mis palabras surgen de la línea que separa las perspectivas.

viernes, 11 de febrero de 2011

Reflexión


Lo único que necesitábamos era una guitarra, whisky y una bolsa de patatas.
Toda nuestra vida buscando sinónimos físicos de la palabra tranquilidad, paz, 
silencio interior,  y lo descubrimos en los detalles más insignificantes, 
entrando por si mismo a través de nuestros pulmones en forma de aire limpio,
desprendidos los vapores que hacen de la vida lo que es y que tan fuertemente
nos asfixian y nos agotan después de una exposición prolongada.

Mañana volveremos; porque la necesidad de esa contaminación nubla nuestros
sentidos y nos hace ser los débiles ignorantes que somos normalmente.

Aquí somos demasiado sabios, podemos llegar a comprender muy bien lo que nos
destruye, y cuando somos conscientes del amor casi enfermizo que sentimos por todo
aquello que hace de nuestra vida una mezquindad, somos incapaces de soportarlo.
Su ausencia, acabaría matándonos del todo.

lunes, 7 de febrero de 2011

Dulce baile


 
 
 http://www.youtube.com/watch?v=GZbuA7r17uk 
 
 
El rumor suave y dulce es arrancado de las cuerdas de un piano de cola que domina la estancia. 
Noto la sincronización de los latidos de mi corazón con el golpeo incesante y esperanzador del
 martillo que acaricia las cuerdas como un amante venido de muy lejos sólo para estar con ella.
Han pasado muchos años desde la última vez que estuve aquí, en esta casa, 
pero compruebo que mi memoria no falla.
Me encuentro en un salón desprovisto de todo mobiliario exceptuando el gran piano negro
como el azabache, situado en medio, enorme y majestuoso. El reflejo del mármol blanco 
que inunda el suelo que piso me devuelve la mirada.

Y allí está ella.

La culpable de ese maravilloso sonido.
Lleva un largo vestido rojo que deja al descubierto sus hombros blancos y finos.
Sus dedos tamborilean sobre el teclado, componiendo a cada paso 
una dulce melodia de Chopin, haciendo que los mismísimos ángeles bajen 
a sentir envidia de algo tan delicioso.
Ahora los veo, tumbados en el suelo, la cabeza apoyada sobre las manos, 
hechizados por el mágico sonido.
Me acerco a ella, beso su cuello suavemente, apenas una caricia que ella siente en lo 
más profundo de su alma.
Se levanta, rodea el pequeño taburete sobre el que momentos antes rezaba su 
gloriosa oda al amor y a la belleza, se acerca a mí, con su precioso cabello suelto sobre los hombros.
 Me rodea la cintura con una mano,
 la otra busca la mía con una determinación y una suavidad infinitas.
Empezamos a bailar. Los ángeles,  que hasta hace un momento la observaban, 
salen de su cálido estupor. 
Y ahora son ellos los que tocan para nosotros.

Danzamos con pasos cortos,  los ojos encontrados en la comprensión del que sabe 
que ahora marca el tempo, el tic-tac del reloj se detiene y avanza a cada pequeño 
vaivén de nuestra danza. El concepto de tiempo ahora no es más que un recuerdo, 
algo tan sumamente insignificante que nuestras pequeñas mentes, ahora unidas, deciden ignorar.

Nuestros labios se encuentran, los pies se paran pero la música sigue, 
unidos en un abrazo que nos convierte en inmortales.

jueves, 3 de febrero de 2011

¿Te apetece un café?






Carlos despierta como cada mañana, con el mismo sonido
en la alarma de su despertador, con el otro lado de la cama
vacío como siempre. Finalmente se despierta, va a la cocina
y prepara su desayuno. No tiene prisa, nunca la tiene;
su vida no es más que una repetición constante de los mismos actos,
como estar en una cárcel al aire libre en la que cada día se sigue el mismo programa. 

Está loco, y no puede hacer nada para cambiarlo.

Ingiere los alimentos en silencio, atento al reloj de la pared de la cocina,
a su tic-tac repetitivo y monótono. Quizás sea el único momento
del día en el que se siente a gusto, oyendo el picar de la manecilla
de los segundos una y otra vez, siempre igual, sin variaciones apreciables,
estrellándolo día a día hacia una fase que nunca termina.
Recoge el plato y los cubiertos y se viste sin prisa. Hay tiempo.
Se pone su traje de los martes, que casualmente es el mismo que el de los lunes,
e igual que el de los miercoles, las fiestas, las cenas....
Se lava los dientes y se afeita, con sumo cuidado, poniendo una precaución excesiva
en cada movimiento, como si a pesar de todo su vida le importase más
de lo que aparenta a simple vista.
Sale a la calle y pasea. Tiene tiempo, y el viaje de casa al trabajo es siempre el mismo.
Los mismo edificios blancos, los mismos complejos de oficinas.
Pasa por delante del mismo parque todos los días,
y en él ve cada día a madres con sus hijos haciendo tiempo antes de llevarlos al colegio.
Un rápido vistazo le dice que son los de siempre, que todo sigue en su sitio.
Avanza y llega al mismo paseo, ve a los vagabundos durmiendo en bancos,
envueltos en cartones. Los maldice, no sabe por qué pero los odia,
no los soporta, le dan asco.
Llega a la oficina y en la entrada se encuentra al conserje;
se saludan con la misma frialdad de todos los días, con total indiferencia.
Coge el ascensor y se encamina hacia su despacho. 
Y allí está ella.

Ella es perfecta, preciosa, inteligente, gentil, ambiciosa, honesta;
lo tiene todo, todo lo que un hombre podría desear.
Se pasea por la oficina y habla con este, con aquel,
saluda a ese otro, sonríe al de más allá.
Pero cuando ella entabla una conversación con alguien,
se pasan horas hablando, riendo, divirtiéndose.
En ocasiones hablan durante días y semanas;
cada vez que el otro llega se acerca a ella y siguen charlando.
Nadie les dice nada, es como si no existieran. Muchas veces ella se va enfadada,
pero siempre acaba volviendo para pedirle disculpas.
Lo curioso es que todo aquel que conversa con ella
desaparece de la oficina y no vuelve jamás. Si le preguntan a sus compañeros
nadie sabe nada, algunos aventuran que está de año sabático,
o que se ha ido de vacaciones, o que simplemente lo han despedido.
Pero cuando le preguntan al superior no sabe nada,
“a él nadie le ha dicho nada”, alega siempre.
Ella nunca ha hablado con Carlos, nunca le ha dirigido más que una mirada.
Carlos no sabe que hacer, está desesperado, ansía conocerla,
pero no se atreve, le da miedo acercarse y no saber qué decir.
Pero lo que más miedo le da es hablar y desaparecer como le
pasa a tantos otros antes que él.
Por otra parte está harto de esperar siempre, de no dar un paso hacia el frente
por miedo a que sea el incorrecto, el miedo a empezar una senda sin conocerla,
perderse, y no saber encontrar el camino de vuelta.

Está decidido, hoy hablará con ella.

Mientras le da alas a todas sus maquinaciones dentro de su preocupada cabeza,
no advierte que ella está sentada a su lado, muy cerca de su cuerpo. Cuando se da cuenta no se sobresalta, está extrañamente tranquilo; puede notar el olor de su pelo, sus ojos buscando algo en el fondo de sus más profundos sentimientos.
Ella sonríe:
-Hola, te apetece un café?.
-Claro.


Suena el despertador.
Es un nuevo día. Carlos lo apaga con una sonrisa.
No sabe explicar por qué, pero es feliz, se siente lleno de una energia renovada
e intensa que hacía mucho que no sentía; se ve capaz de mover el mundo si se lo propusiese.
Hoy acudirá al trabajo y tiene claro lo que debe hacer.
Se prepara el desayuno con energía y motivación.
Rompe por fin con sus costumbres, se viste y se lanza a la calle.
El sol surge radiente, asomando entre dos edificios y marcando sobre el asfalto
las sombras tempranas de los árboles.
Todo está iluminado con una luz tenue, como si el mundo entero estuviera
despertando de un profundo sueño.
Va caminando y oye las risas alegres de los pequeños que arañan minutos
sobre la tierra del parque antes de ir a clase, pero aun así estan emocionados
con la idea de vivir un día más de aventuras y diversiones.
Carlos sonríe.
Pasea por el puente, y en los bancos los vagabundos duermen traquilos,
sin nadie que les moleste.Carlos se acerca al primero y vacía el contenido
de su cartera sobre su gorra de lana, puesta boca arriba en el suelo.
Al llegar a la entrada de la oficina, un conserje sonriente y feliz le saluda con la gorra, mientras nuestro hombre le devuelve el saludo con la misma energía.
Al llegar a la oficina, explora con la mirada todos los cubículos, buscando a su dama.
No la ve por ninguna parte.
Pero eso no le preocupa, sabe dónde encontrarla.
Carlos se planta delante de su superior.
”Dimito”- Dice.
“vuelvo ha ser libre”- piensa.

domingo, 30 de enero de 2011

Locura

Noto el sabor del asfalto en mi boca. Y el de la sangre también.
Siento mis huesos magullados y mi orgullo perdido.
Nos han cogido.Han derramado su ira sobre nosotros;
esa ira sin sentido que los embarga y que los convierte en algo inferior a las bestias.
Uno de ellos se acerca a mí.
Me golpea.
Ya no puedo sentir más dolor, me lo han quitado todo.
Me hacen sentir como un asesino.
“Quizás los verdaderos culpables de todo esto seamos nosotros,
los que nos defendemos, los que seguimos luchando y enfrentándonos al terror y
a la violencia con dosis más elevadas de violencia y terror."- pienso.

He perdido las ganas de vivir. Si alguna vez ganamos esta guerra
la recordarán nuestros nietos, serán ellos los que se sientan orgullosos
de lo que hicimos para asegurar su futuro, se sentirán felices y
presumirán de tener un familiar,
un abuelo,
un padre que fue a la batalla por ellos.
Ellos no han matado. Ellos no han degustado el sabor que sientes
en tu boca cuando apuñalas a alguien, y lo peor de todo, cuando disfrutas con ello.
¿Quién es realmente el asesino de masas?
¿Quién es el que ha perdido la fe en la humanidad?¿Nosotros o ellos?
Todos.

Me da vueltas la cabeza, estoy al borde de la inconsciencia,
o almenos eso creo. Lentamente, la muerte disfrazada de soldado
me arrastra hacia el centro de la calle.
Lo último que recuerdo es conseguir alzar la cabeza.
Allí enfrente está Ortiz, de cara a un diablo que empuña un rifle.
Un reguero de orina baña los pantalones del comandante.
Parece que es al final de todo cuando se demuestra
quién es valiente y quién no, quién está loco y quién está vivo.

Me desvanezco ante el rugido del arma que perfora el cuerpo sin vida
de uno de los locos que quiso poner fin a su locura.
Nuestra locura.

viernes, 28 de enero de 2011

Momento de reflexión

Volveremos a sentir la belleza de las puestas de sol
y de las nubes 
y del agua de la lluvia;
el pájaro de mi ventana volverá a cantar,
rompiendo su silencio a voz en grito
y despertando de su letargo
con vigorosa fuerza y pasión.
Volverá a crecer el césped bajo mi cama
y las risas silviestres envolverán nuestras sábanas.
 
 
 
Ahora voy subido en el asiento trasero de un coche, mi cabeza embotada y mis sueños 
de vacaciones.
Fumando un cigarro con la ventanilla bajada, del exterior me llegan mil sonidos.
Mil sonidos que no soy capaz de reconocer. Todos golpean contra mi cabeza, 
pero no soy capaz de identificar ninguno.
¿Eso que acaba de pasar es una moto?¿Y eso la risa de dos muchachos?
“Debo estar muerto” pienso. No se me ocurre otra explicación.
Llegados a este punto el silencio que reina en mi interior es ensordecedor,
solo roto por el compás rítmico y suave de mi respiración.
“Aún respiro, sigo vivo, y más fuerte que nunca”
Pero el éxtasis de sonidos exteriores sigue chocando contra mis tímpanos,
pugnando por entrar todos al mismo tiempo, pero formando una barrera en la que
el ruido se torna silencio, calma, paz.

“Estamos llegando”

Identifico esas dos palabras y mi cabeza busca la fuente del sonido,
mientras mis ojos se enfocan con dificultad sobre el autor de lo que me parece 
un discurso después de tanto rato de silencio en aquel coche.

“Ya llegamos Nob”, repite Mou. Sabe que mi cabeza no está en su sitio, pero ahora que lo pienso
nunca lo ha estado, supongo que esa es la razón de que la gente me repita dos y tres veces
las cosas.

El caos acústico de Barcelona vuelve a mí poco a poco.
Ahora identifico los coches, las motos, más tarde las conversaciones de la gente que pasea
por las calles y que nacen y mueren a la misma velocidad que nuestro coche las deja atrás.

Salgamos del coche y volvamos a la vida.

lunes, 24 de enero de 2011

domingo eterno


 
 
 
Han pasado muchos años desde la última vez que vine aquí.
Nuestro coche se dirige hacia Rubí, hacia un entramado de calles, una pequeña jungla
urbana disfrazada del más tranquilo de los pueblos cordobeses.
En el momento en el que el coche llega, el tiempo pasa a ocupar otro espacio, otra época.
Es como volver a un pasado imperecedero; aquí no existen los problemas que preocupan
y mortifican a la sociedad.
Aquí la paz de espíritu no es un objetivo a alcanzar, sino una forma de vida, 
tan profundamente ligada a su día a día particular que no podrían imaginar una existencia
sin ella.
El piso de mis tíos forma parte de un pequeño complejo donde varios edificios se juntan 
para conformar un pequeño jardín interior. 

El silencio más absoluto viene a recibirnos.

El interior del hogar responde a los tradicionales canones andaluces: habitaciones repletas de 
fotografías de familiares (generalmente en color sepia) de los cuales no conozco a prácticamente ninguno.

En las estanterias, pequeñas figuritas que representan muñecas enfundadas en vestidos blancos con topos rojos, 
y en el comedor, sobre la gran mesa,  tres fruteros enormes repletos de las mejores frutas de sus mejores huertos.
Por último, solo falta correr las cortinas para observar el paisaje: 
un enjambre de edificios, construidos siguiendo un aparente orden aleatorio, 
pero con la particularidad de que cuando el sol cae, 
las sombras proyectadas conforman un precioso espectáculo. 


Mi tía es un ser formidable. Hacía unos siete años que no la veía, pero como he dicho antes, 
aquí el tiempo no importa.
Ella es igual que la última vez que vine a visitarla, años que parecen siglos, como si todo se hubiese ido 
pudriendo excepto ese pequeño complejo de edificios.
Como iba diciendo, mi tía es una persona peculiar. Además de ser una de las personas más graciosas que conozco.
Es una mujer que ha conseguido crear la combinación perfecta  entre sentido del humor, vocabulario, 
acento cordobés y un tono de voz desvergonzadamente alto. 
Su técnica consiste en lo siguiente: cuanto más grita, más te ríes. Y grita mucho.

Dentro de un rato volveremos a Barcelona, pero no olvidaré jamás la sensación de los días como hoy: 
la mágica sensación de un domingo eterno(o dominguero) en la que el lunes no existe, 
el tiempo se para y lo único que importa es a ver quién ríe más alto.

sábado, 22 de enero de 2011

La tormenta llamó a mi puerta


Disfruta de ti mismo
que la noche está al caer
y viene la muerte a buscarte.
Sonríele y pregúntale si va de mi parte
 
 
 
  
 
 
 
 
 
 
 
¿Como podemos empezar?
¿Sentados en un sofá  escuchando a Charles Mingus en un aparato de música que se cae a pedazos?
Sería un buen comienzo.
Podríamos empezar hablando de la paz del espíritu dentro de una habitación pequeña,
donde imperan un cenicero, un porro y el sonido de un saxo cabalgando las bocandas de humo
que escapan de los labios moribundos de un autopensador agobiado,
mientras fuera en la calle gobierna la desesperación y el caos en forma de calles simétricas y quinceañeras sonrientes,
que se dirigen hacia sus respectivas escuelas pensando en llegar pronto a casa para empezar su sesión nocturna de teatro de marionetas. 
 
A mi no me va a importar, mi mundo está concentrado en el perezoso humo que escapa de mis labios y nariz. 
Mi mente ha quedado en blanco por fin, destruida por la mezcla de tabaco y marihuana.
Aun así creo que no sería un comienzo apropiado.
No, porque la ventana está abierta, 
y todo ese caos de sensaciones y emociones chocan irremisiblemente hasta el punto de no saber dónde comienza una y acaba la otra; 
y aun así podría levantarme y cerrar esa maldita ventana.
Pero no  me levanto. 
Me quedo en mi sofa esperando que una corriente de aire la cierre, o confiando en que, tarde o temprano, me entrará frío
y tendré que levantarme para seguir cómodo.
Pero llega el frío, tiemblo, y aún así sigo sentado sin esperanzas de alzarme sobre mis piernas, dar tres pasos, coger la manilla del cristal 
y presionarlo contra la jamba hasta que el frío desaparezca.
En vez de eso me arrastro como un desgraciado y sólo consigo alzarme para patear esa maldita ventana.
Es ese cristal el que separa mi felicidad del resto del mundo, el que me despoja de mi agradable atmósfera de indiferencia  hacia  todo,
excepto hacia a mí mismo.
Ahora la ventana se ha roto y el suelo está bañado de pequeños pedazos de paraíso, que se difuminan mientras Mingus sigue con su ritual,
y mi porro se deshace en el suelo junto a mí.
 

jueves, 20 de enero de 2011

Hemingway ha muerto


Pasando página literalmente, y en sentido figurado un poco más grande y payaso que ayer.

He salido de casa solo, triste y amargado.
Cuando me doy la vuelta veo el sol tapado por una gran sombra
que no soy capaz de reconocer a simple vista.
Decido pasear hacia allí.
Cada paso me hunde más en la miseria y en la mierda de mi propio ego.
Joder, si hasta mi sombra me tiene miedo.
Ahora ella avanza por delante de mí, corriendo,
intentando poner la máxima distancia posible entre ella y la torre de babel que nubla mis sentidos,
que yo mismo he construido a base de sudor, sangre y heces de la mejor calidad, y que está a punto de derrumbarse.
Tiene miedo de que esa torre se desmorone y caiga sobre su negra e informe cabeza. 
Una cabeza que, me doy cuenta, se parece asombrosamente a la mía...ya empiezo a desvariar.

Sigo caminando, saco un cigarrilo del bolsillo derecho de mi chaqueta, un encendedor del izquierdo,
y disfruto de la primera bocanada de benzeno fresco que entra en mis pulmones. Luego exhalo, y con él se van mis fuerzas.

Decido sentarme en un banco para observar la plaza a la que he llegado con mis andares de vagabuno borracho.
Calada. Exhalo.

Dos niños persiguen a una pequeña subidos en su patinete deslustrado por la falta de amor y luz que reina en el ambiente.

Calalda. Exhalo.

Sus madres, sentadas a treinta metros enfrente de mí, interrumpen sus insulsas conversaciones para observarme. 
Me tienen miedo, pienso. Calada. Exhalo.

Vuelvo la vista al cielo sin color y veo desde una ventana un reflejo que me sorprende.
Calada. Exhalo.

En el cristal que da a la habitación de un cuarto piso. Posiblemente poblado por la misma gente aburrida que me rodea cada día.
Quién sabe.

Al volver a observar el reflejo reconozco en él algo que no me gusta en absoluto.
Sí, efectivamente, esa es la COSA que rompe la luz del sol que debería llegar al corazón, y más urgentemente al mío.
Decido ir en su busca.

Cruzo la plaza y arrojo mi cigarrillo, ya muerto, al suelo.
Bandadas de canguros pasean por las calles dando saltos y mirando las minifaldas de las chicas.

Las plantas conversan entre sí sobre el siguiente partido de champions.

Un abeto postula que Freud se equivocaba, mientras el otro fuma de un enorme habano del cual brotan pequeñas hadas cuado suelta el aire. 

Siento que me estoy acercando. O posiblemente esté acabando de confirmar mi teoría de cómo un hombre saluda cortesmente a la locura.

Mis pies me llevan a una colina inmensa, y en la cima, la silueta de un hombre.
“Eclipse capilar” es la expresión que se me ocurre para denominar el suceso.
No sin sufrimiento y sentido del rídiculo consigo ascender y llegar a la cima.
Mi sorpresa al ver que el ser que se encarga de tapar mi astro no es más que un viejo que se apunta a la cabeza con un rifle de caza antiguo.

Mientras pienso en qué es lo que debo hacer a continuación, BANG! El dedo ha presionado, el martillo ha retrocedido y, 
como en un sueño, la pólvora explota, el casquillo salta, y se acabó. 
Hemingway ha muerto.

El cuerpo sin vida se desploma y cae ladera abajo, pero yo no puedo verlo porque una intensa luz golpea con fuerza mi cara.
No puedo oír, ver, pensar, sentir, gritar. Solo puedo llorar.
Mi cara está seca, pero mi mente desprende bocanadas de vómito, alcohol, mierda, agua y sangre por partes iguales.

El descenso transcurre como en un sueño, y una vez más vuelvo hacia aquel parque.


Me siento. Saco otro cigarrillo, lo enciendo. Calada

Dos niños persiguen a una pequeña subidos en sus patinetes nuevos. 
Sus cabellos dorados irradian un frenesí de vitalidad que parece jugar a otro juego con el sol que le llega por detrás.

Las madres me miran y sonríen, y hablan de los mejores momentos de sus plenas vidas.

Mi propio cuerpo empieza a burbujear y a moverse en un éxtasis de mecánica y felicidad. Miro hacia adelante, hacia detrás.
No veo a mi sombra por ninguna parte.

Me giro y la veo allí sentada a mi lado, mirándome con sus ojos negros, su cabello negro, y su piel blanca,
y por primera vez en mucho tiempo me veo a mí mismo devolviéndome la mirada y pienso,
que prefiero morir por gastar más energía de la necesaria que dosificarla para alimentar los días de  grandeza y gloria.
Esos días llegaron en el momento en que mi sombra decidió acompañarme.

Exhalo.