martes, 27 de septiembre de 2011

Capítulo 2


Marc despierta con un terrible dolor de cabeza.
Son las doce y media de la mañana. Su espalda amenaza con romperse después de una noche de viernes
llena de excesos.
Se toma su tiempo, no obstante, rezongando entre la fina sábana de verano, ahora hecha un muñeco 
de trapo a los pies de la cama.

Finalmente decide levantarse, calza sus alpargatas con dificultad, sube la persiana de su habitación 
y se dirige hacia la cocina.
El alcohol provoca un estreñimiento curioso, dejando la sensación en el cuerpo de que un gran bloque
de algo parecido al cemento obstruye la única vía de escape entre sus excrementos y el exterior.
Eso unido a la pérdida de agua provocan una gran sensación de sed animal y ansiosa que solo el 
líquido elemento puede mitigar,  motivo por el cual y media atraviesa la puerta de la cocina y bebe y bebe 
como si no hubiera un mañana. 
Acto seguido se dirige corriendo al baño, ya que el famoso tapón desapareció hace una media hora,
y su cuerpo clama por purgarse.

Una vez hecho todo esto, se siente limpio y sano para afrontar este cálido mediodía de sábado.
Ayer mismo acababa su mes de trabajo veraniego, y después de una temporada de obligaciones,
lo único que realmente le apetecía era quedarse en casa, disfrutando de la sensación de tumbarse
en el sofá, poner alguna película y ver como su cuerpo era absorbido por la sensación de pereza 
hasta estar hastiado de ella. 
Llegado ese momento, simplemente cambiaría de canal.

Dos horas más tarde decide levantarse y volver a la cocina a prepararse unos bocadillos. 
Esa misma tarde volvían sus padres de la casa solariega, llegados un día antes de lo previsto
por gestiones familiares. Su hermana acababa de ganar un piso de protección oficial, 
y eso hacía que tuvieran que despedirse del casero, además de darle alguna que otra explicación.
Os imagináis al clásico casero gilipollas, el típico que sabe que su vida no vale absolutamente nada 
y necesita fingir ser alguien y someter su devastador poder inquisitivo sobre aquellas personas a las
cuales ofrece un lugar donde vivir a cambio de dinero?Lo teneis en mente? 
A esa persona que es capaz de jugar a ser un dios por una cantidad de dinero al mes? 
Pues ahora ponedle la cara y el cuerpo de Peter Griffin y lo tendreis todo hecho. 
Almenos es un tipo que te hace reír.

Mientras despliega su magia culinaria, suena el teléfono. Es Cris.
“Hola! Te he despertado?”

“Jelou! Me has pillado cocinando.”

“Ah, que tú cocinas?” ríe.

“Claro! Qué te habías creído?Tu hombre es un partidazo”

Una risa suave roza el micro del teléfono y le llega a Marc como un suspiro fresco y agradable.

“Qué haces esta tarde?”

“Pues tenía intención de desgastar mis testículos sobre el sofá, que te parece?”

“A veces se me olvida lo romántico que eres”

“Cenamos esta noche?” Propone Marc.


A él no le parece bien abandonarla en este día tan bonito, y para qué engañarse, 
el pobre diablo está deseando verla.

“Vale!” Sonríe Cris a través de la línea. “Diez y media?”

“Perfect! Te paso a buscar y nos vamos”.

“Un beso amore”.


Marc cuelga y marca el número de un restaurante italiano de Barcelona que le encanta.

Sigue con sus bocatas y vuelven a llamar.

-“Elo!”

-“Hola J”

“Te apuntas a un Odín festival esta noche?

“No puedo! Tengo cena con Cris”

“Anda! No seas memo, te pasamos a buscar  a ti y a Cris y nos vamos directamente”

El silencio se prolonga durante algunos segundos.

“vale”

“Sabes que no te arrepentirás”

“Hasta luego capullo”

Cuelga.

Coge un trapo de la cocina, pone los bocatas en un plato, se sienta en el sofá y pone otra peli.

La noche se abre a un mundo de posibilidades, piensa.
Pero ahora en la pantalla aparece Vincent Price en una película del 75.
Suspira y sonríe de placer, pues la tarde aún está por llegar.



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