domingo, 27 de marzo de 2011

Fiebre

Después de llevar una semana caminando por los senderos de la fiebre,
 los delirios sin sentido, las tardes y noches de vicio convertidas de repente en esputos negros y 
sanguinolentos, empiezo a pensar en lo maravillosamente cambiante que es la realidad
en la que me muevo cada día.

No sé si es el cambio de hora, pero hoy todo brilla con un color diferente,
el color de la seguridad en lo que haces, o estás haciendo.

Paseo por mi subconsciente y me encuentro a mí mismo de niño, abrazado a la pata 
de una mesa. Son las tres de la mañana, pero me siento incapaz de dormir,
y amanezco abrazado a la pata de la mesa del comedor de mi casa.

Mientras sigo con mi paseo del subconsciente veo el día que
empecé a fumar,  cogiendo un cigarrillo con manos inexpertas, inhalando torpemente 
su humo, y tosiendo como un gilipollas. Hoy mis uñas tienen marcas blancas,
y ya no toso cuando inhalo el humo de un cigarrillo, pero muchas veces me encantaría
volver a hacerlo.

Mis pies siguen recorriendo mi cabeza, y me encuentro ante la primera chica a la que besé.
Aquellos nervios me ponían los pelos de punta, los segundos previos a ese íntimo contacto
casi prohibido a esa edad, un instante fugaz, y el paraíso posterior, que impregna cada 
árbol, casa y acera con un brillo parecido al que sentí cuando salí de la fiebre.

Botellas de alcohol vacías, aceras inpregnadas con el vómito de una noche demasiado
rápida, mi cara roja ante aquella chica cuando me quedé sin palabras, el miedo de un atraco,
y la posterior sensación de unas piernas que se deshacen como la mantequilla.


Después de una semana de fiebre, delirio y residuos del vicio, puedo decir que 
tampoco me ha ido tan mal.

miércoles, 23 de marzo de 2011

Conciencia


Fue en aquel momento cuando se dio cuenta de lo miserable que era todo.
Salió de casa, y llovía. Eran gotas suaves pero caían sin cesar, como el recuerdo 
de un fantasma perdido en su memoria, que golpea las páginas de su alma hasta 
destruirlas por completo.
Las luces de las farolas iluminaban unas calles que apestaban a tristeza. 
El olor de su tristeza, que impregna cada lugar que él visita, que toca o que ve.
Pero como la casa que se mantiene firme en el ojo del huracan, 
observa y observa y piensa, desgranando su problema capa por capa,
 para ver como una nueva pregunta se plantea tras cada nueva conclusión. 
Y descubre que son esos problemas los que le arropan en las noches frías de invierno;
 es ese dolor el que le mantiene vivo.
Es esa tristeza la que le hace ver las cosas en todo su esplendor, 
como un espectador ciego que recupera la vista justo para ver como se pone el sol tragado 
por un mar en calma.

martes, 15 de marzo de 2011

El último aliento de Dorian

Dorian respira profundamente, con todas sus fuerzas, intentando llenar sus pulmones con
la máxima cantidad posible de humo, intenta vaciar su brillante pipa de crack de una sola
bocanada.

Lo último en lo que piensa es en el ataque al corazón provocado por la sobredosis de veneno
que está entrando en su cuerpo, y que en poco más de diez minutos acabará con su existencia.

Él sólo tiene los ojos para clavarlos en la pared, el cerebro demasiado saturado por la sensación
de éxtasis que le invade.
Ninguno de sus sentidos funciona en ese momento.
Sólo le queda una parte consciente de su mente; una parte que piensa en las personas que lloran
en sus casas, y cuyas lágrimas llevan escritas su nombre.
Piensa y piensa.
En la belleza que un día perdió, encarcelada junto a su inocencia dentro de la brillante pipa
de cristal.
Y después de esa última bocanada infinita de juventud y grandeza, su mente se desliza hacia
un último pensamiento, mientras su boca se llena de espuma y la sangre escapa de su nariz
y sus ojos.
"Ahora puedo descansar tranquilo, milenios después de falsa soledad y pesada tortura"

domingo, 13 de marzo de 2011

un paseo por ninguna parte


Mientras paseo por las aceras de una ciudad cualquiera, me cruzo con desconocidos
que me observan, como si me conocieran. Algunos sospechan de mis alegres intenciones,
aunque la mayoría sonríen.
Ancianos, niños, mujeres, obreros, empresarios, payasos, roqueros, arlequines, todos 
observan los pasos alegres que me conducen a ninguna parte.

Observo el vaivén de mi sombra, una danza alegre a mi alrededor cuya comparsa
es tocada por la luz de las farolas que viene y se va, contrayéndose y expandiéndose
a cada uno de mis alegres pasos. Todas deciden darme la bienvenida a su confortable
calor, y cada vez que avanzo, mandan a mi sombra para transmitirme sus despedidas.
Pienso que este sería un lugar perfecto para pasar el resto de mi vida, rompiendo cada
amistad y amor con la gente que me mira y me observa, con las miradas cruzadas que 
sospechan o sonríen.
Creo que hoy dormiré en la calle.

martes, 8 de marzo de 2011

sueño


Un conjunto de células fusionándose sin orden ni concierto.
Núcleos que copulan y crean una argamasa compacta y 
nauseabunda de ideas mal aprovechadas.
Señales eléctricas que se pierden en el espacio-tiempo
 de los números, las líneas y las fresas.

Tengo el cerebro tan licuado que las palabras 
se juntan a placer...
  




El otro día tuve un sueño.
Soñé que iba caminando por un verde prado, 
pero que mis pies pesaban demasiado.
Cada paso se convertía en un suplicio para mi 
cansado cuerpo, y llegaba un punto en el que el
agotamiento me impedía seguir hacia delante.
Me siento, noto la hierba bajo mis manos, pero es mentira.
 No siento nada.
Ni el tacto de la hierba.
Ni el viento besando mi cara.
Solo una profunda tristeza que me embarga y me consume.

Allá a lo lejos, la visión de un globo aerostático levanta 
mi ánimo.
Decido arrastrarme hasta él.
Después de una eternidad (todos sabemos que los sueños
 pueden llegar a ser más largos que un día sin pan)
llego a los pies de la gran cesta que sostiene el invento.
Consigo subirme encima, y a pesar de mi total inexperiencia
 como capitán de globos, encuentro
la forma de ponerlo en marcha.
Mi congoja y yo empezamos a ascender lentamente.
En un alarde de comprensión relaciono los conceptos 
peso-altura, y observo sin interés
como el perímetro de la cesta está rodeado 
de sacos enormes y (por lo que se puede deducir a 
simple vista) muy pesados.
Usando las pocas fuerzas que en ese momento 
regentan mi cuerpo consigo, no sin esfuerzo, 
tirar la primera de las sacas por la borda.
Inmediatamente, el globo y yo ganamos altura, 
pero no todo queda ahí.
Con ese saco se han ido parte de mis problemas, 
mi alma se siente menos sucia, 
y mi cuerpo, aunque sucio como siempre, se siente más liberado.

Decido retirar uno a uno todos los sacos, 
y por cada uno que cae, alguien dentro de mi se levanta
y me vitorea.

Al final del sueño, son muchas las voces coreando 
mi nombre, hay mucha altura entre
el suelo y yo. Y mi cabeza está más despejada que nunca.

Más tarde desperté, y ese fue el primer día del 
resto de mi vida.
La comprensión inundó mi mente, y ella y la felicidad 
se dieron la mano como viejas amigas.

martes, 1 de marzo de 2011

Sólo un día más

Dale cuerda al despertador un día más,
solo un día más,
que mañana viene la luna a buscarte.
Te llevará a cenar,
luego querrá pasear bajo la luz
de las farolas que iluminan
esta noche de encanto y oscuridad.
hoy la luna no está para nadie,
sólo para tí.

Se desnudará y posará ante tus ojos,
te dará la mejor de las visiones.
Empezará mostrando sus cuartos crecientes,
irá ganando forma y emoción,
mientras tú te irás quitando la ropa.
Sentirás el calor de su fuerza 
y su pasión, 
mientras que tú,
en éxtasis 
contemplarás la mejor de las luna llenas.

Luego observarás como desaparece
el mayor de tus amores platónicos,
como se pierde, entre las calles
de la ciudad,
apagándose poco a poco.
Jamás la sentirás brillar así,
brillar solo para tí.

En un último atisbo
de su descuidada figura
comprendres que 
sus defectos no son heridas cósmicas,
si no meteoritos nacidos 
del amor y la pasión que
sintió antes por otros como tú.

Dale cuerda al despertador un día más,
solo un día más.