lunes, 7 de febrero de 2011

Dulce baile


 
 
 http://www.youtube.com/watch?v=GZbuA7r17uk 
 
 
El rumor suave y dulce es arrancado de las cuerdas de un piano de cola que domina la estancia. 
Noto la sincronización de los latidos de mi corazón con el golpeo incesante y esperanzador del
 martillo que acaricia las cuerdas como un amante venido de muy lejos sólo para estar con ella.
Han pasado muchos años desde la última vez que estuve aquí, en esta casa, 
pero compruebo que mi memoria no falla.
Me encuentro en un salón desprovisto de todo mobiliario exceptuando el gran piano negro
como el azabache, situado en medio, enorme y majestuoso. El reflejo del mármol blanco 
que inunda el suelo que piso me devuelve la mirada.

Y allí está ella.

La culpable de ese maravilloso sonido.
Lleva un largo vestido rojo que deja al descubierto sus hombros blancos y finos.
Sus dedos tamborilean sobre el teclado, componiendo a cada paso 
una dulce melodia de Chopin, haciendo que los mismísimos ángeles bajen 
a sentir envidia de algo tan delicioso.
Ahora los veo, tumbados en el suelo, la cabeza apoyada sobre las manos, 
hechizados por el mágico sonido.
Me acerco a ella, beso su cuello suavemente, apenas una caricia que ella siente en lo 
más profundo de su alma.
Se levanta, rodea el pequeño taburete sobre el que momentos antes rezaba su 
gloriosa oda al amor y a la belleza, se acerca a mí, con su precioso cabello suelto sobre los hombros.
 Me rodea la cintura con una mano,
 la otra busca la mía con una determinación y una suavidad infinitas.
Empezamos a bailar. Los ángeles,  que hasta hace un momento la observaban, 
salen de su cálido estupor. 
Y ahora son ellos los que tocan para nosotros.

Danzamos con pasos cortos,  los ojos encontrados en la comprensión del que sabe 
que ahora marca el tempo, el tic-tac del reloj se detiene y avanza a cada pequeño 
vaivén de nuestra danza. El concepto de tiempo ahora no es más que un recuerdo, 
algo tan sumamente insignificante que nuestras pequeñas mentes, ahora unidas, deciden ignorar.

Nuestros labios se encuentran, los pies se paran pero la música sigue, 
unidos en un abrazo que nos convierte en inmortales.

No hay comentarios: