Un último suspiro llegado el éxtasis de la fusión humana. Un calcetín enredado en unas sábanas, perdido en las marismas de la pasión incontrolable de dos fuerzas aparentemente opuestas que luchan frente a frente derrumbando los pilares de las costumbres y las rutinas. Café, canción, Barcelona, película, deseo, alcohol, vida, amor y respeto, sinónimos todos de una noche inolvidable. La poesía se derrite y se funde con la cera de una vela que poco a poco se consume, sobre una mesa rodeada de platos y copas a medio terminar, primera parada para los amantes de las caricias y los besos.
jueves, 28 de abril de 2011
Un último suspiro
martes, 26 de abril de 2011
Las rosas de Rupert
Las rosas silvestres que Rupert cuidaba en su balcón estaban de malhumor.
Eran las ocho de la mañana y allí nadie servía el desayuno.
Rupert sentía adoración por sus rosas, y se desvivía sirviendo a sus pequeñas diosas
de caritas sonrojadas.
Por la mañana les llevaba el desayuno: Tostadas con mermelada y
un vaso de zumo de naranja recién exprimido.
Más tarde, les limaba las espinas, les aplicaba una loción bronceadora y les
ponía la radio con su emisora preferida de jazz brasileño.
Cuando caía el sol, sacaba su guitarra y les entonaba una nana escrita por él mismo.
Pero esa mañana Rupert se retrasaba.
Las rosas se removieron inquietas,
-bueno que pasa?
-este viene o no viene?
María, la mayor de todas y la más bonita con diferencia, recordó sus tiempos
en los que decidió plantarse en el jardín de un colegio privado en el corazón de la ciudad.
El calor allí era insoportable, y nunca faltaba el típico niño tocapelotas que se
dedicaba a torturarla sin compasión arrancándole los pétalos con cruel diversión
o cortándole las espinas para ver como sufría y se lamentaba.
Con estos recuerdos en mente, y mimadas como solo un gran amante de las flores
como Rupert podía permitirles, María hizo sus maletas, y con un “a la mierda!”,
abandonó la casa, seguida de sus queridas camaradas, a la búsqueda de un nuevo
hogar donde fueran tratadas como se merecían.
¿Y Rupert? Oh sí, a Rupert le dolió aquel cruel abandono por parte de sus
queridas rosas.
Nunca pensó que su amada María pudiera traicionarle de una manera tan vil y cruel.
Empezó a beber un vaso de whisky todas las noches, de hay pasó a media
botella al día, y dos meses más tarde despertó en el hospital debido a un
coma etílico del que sobrevivió de puro milagro.
En ese momento, abrió los ojos y vio a su madre a la derecha,
sentada con la cara surcada de arrugas de preocupación por el estado de su pobre hijito.
-Te he traído esto Rupert- el alivio por volver a ver a su hijo
vivito y coleando se le escapaba con cada palabra.
Rupert miró en la dirección en la que señalaba su madre y vio un enorme
ramo de preciosas azucenas.
Desde ese momento, Rupert sabía que estaba enamorado.
jueves, 14 de abril de 2011
Extraños I
El estruendo de una bomba hace retumbar las paredes de la casa. Un fino polvo blanco cae del techo y de las paredes, los antiguos pilares de madera alzan al viento su quejido lastimero. Parece que nuestro hogar resiste sus últimas embestidas. Ya no queda nada de valor en la habitación. Lo que no está roto fue vendido hace tiempo para comer, o quemado para dar un último destello de esperanza en las noches más frías.
Cinco meses, seis días, y cada segundo nos apuñala vilmente con el recuerdo de las balas, la metralla y la falta de compasión humana.
domingo, 10 de abril de 2011
Océano
La idea de un mundo lleno de influencias que se cruzan produce a veces la sensación de que mi cabeza está llena de ideas que son ajenas a mi pensamiento, y en parte eso me preocupa. Pero cuando sigues pensando descrubes que esa sensación te acompaña durante toda tu vida, y te sorprendes al ver que tu identidad está cimentada sobre ideas y suposiciones hechas para buscarte un mundo mejor y más fàcil. Cuando eres pequeño te enseñan a saber discernir entre las opiniones, y tu opinión. El problema viene cuando las ideas de lo que es para tí un mundo mejor y más fácil no solo disciernen, sino que además chocan violentamente sin posibilidad de salvación mútua. Luego paseas, y entre mareas de dudas una luz sonriente se alza del fondo del océano de tus preocupaciones y señala en una dirección. No ves nada alrededor a excepción del profundo azul, mezclado con el cielo en el carboncillo del horizonte. En tu desesperación decides seguir esa dirección como un barco ciego buscando un faro hace tiempo apagado. Y mientras navegas en un rumbo sin rumbo, te encuentras en que todo lo que te rodea sigue siendo del mismo azul que antes. Lo único que ha cambiado es la marea, y de una forma tan repentina que no podrías decir de donde provenía hace cinco minutos. Y bajo el sol, emperador de un mundo que a la vista de un desconocido sería monótono y sin cambios, saco una cerveza, golpeo suavemente mi paquete de cigarrillos, y como la luz de esa cerilla que impulsa la nicotina fundiéndola con mi respiración, sonrío al ser consciente de que todo ese océano del que os he hablado, es mío.
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